Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 2 de abril de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Orense. Respuesta al Sr. Baeza. Réplica al Sr. Cala
Número y páginas del Diario de Sesiones: 40, 804 a 809
Tema: Bancos agrícolas.  Propuesta de reparto de la contribución de consumos. Sucesos de Andalucía, especialmente de Jerez

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Los sucesos de Jerez, Sres. Diputados, son de todos conocidos, y no podían ofrecer duda ninguna a las Cortes Constituyentes; pero si hubiera habido alguna, el Sr. Cala la hubiera desvanecido, no sólo en cuanto al origen y causas de aquellos sucesos, sino también a la responsabilidad de los mismos.

El Sr. Cala ha creído, sin duda en cumplimiento de su deber para con algunos de sus paisanos, que debía levantarse aquí a narrar aquellos sucesos de la manera que le ha parecido conveniente, y a desviar la responsabilidad de donde verdaderamente se halla, para hacerla recaer sobre los que no tienen ninguna. Los mismos argumentos, los mismos razonamientos del Sr. Cala, demuestran perfectamente todo lo contrario de lo que ha querido demostrar. A pesar de la habilidad de S.S., a pesar de los colores con que ha procurado iluminar aquellas escenas, a pesar de la manera y la forma con que ha dibujado aquellos cuadros, pocas palabras bastarán para demostrar que es un cuadro pintado exclusivamente a gusto de S.S., y que se parece al original como se parecen la noche y el día, la luz y la sombra.

Ya decía S. S. al comentar su discurso que es sumamente difícil, en conflictos de esta clase, averiguar dónde está la responsabilidad, quién ha tenido la culpa de que comiencen, quién ha sido el primero en romper las hostilidades. ¡Ya lo creo! Difícil es para S.S.; pero no para los que no piensan como S.S., que bien claramente saben lo que ha pasado, y conocen a los que han tenido toda la culpa, la exclusiva culpa de tan lamentables escenas.

El Sr. Cala nos ha descrito a Jerez antes de aquellos sucesos en tal estado de opresión, que no hubiera tenido igual en todas las administraciones anteriores a la revolución de Septiembre. El pueblo de Jerez es liberal. No necesita el Sr. Cala decírnoslo; lo sabíamos nosotros muy bien, y lo saben perfectamente las Cortes Constituyentes. Lo que sí necesitaba haber dicho era que el pueblo liberal de Jerez no ha provocado los acontecimientos que estamos todavía lamentando; lo que sí ha debido decir el Sr. Cala es que los jerezanos que fueron a Cádiz para coadyuvar al alzamiento general, no son los que han estado en las barricadas.

Precisamente las personas que se presentaron en Cádiz, las que tomaron parte en aquellos sucesos, las que hicieron grandes sacrificios por la causa de la revolución, o han estado al lado de la autoridad, o han estado aquí. En Cádiz estaba el Sr. Cala, y allí tuve el gusto de conocerle. Los acontecimientos de Jerez tienen un carácter especialísimo, y es el de que la mayor parte de los presos son forasteros desconocidos en aquella población.

Que el pueblo de Jerez es liberal, ya lo sabemos. Que los jerezanos han hecho sacrificios por la libertad, ya lo sabemos también; pero el pueblo de Jerez no ha tomado parte en esos actos que lamenta y lamentará por mucho tiempo. El pueblo de Jerez, que ha hecho verdaderos sacrificios por la libertad, no es el que ha turbado el orden para matar precisamente la libertad que aquellos ciudadanos quisieron conquistar y han conquistado.

Para justificar esos acontecimientos, el Sr. Cala nos pintó la situación angustiosa en que supone se encontraban los jerezanos, y afirmó que todo lo que allí ha pasado fue culpa del ayuntamiento encargado de la administración [804] de aquella importante localidad. Según la opinión, los jerezanos cometieron una gravísima falta, se arrepentirán toda su vida, nombrando a los concejales que hoy componen aquel dignísimo ayuntamiento.

Supone el Sr. Cala que desde el momento en que el ayuntamiento empezó a funcionar, desde entonces comenzaron los males de Jerez; desde entonces empezó la ciudad de Jerez a estar maltratada, oprimida, humillada pudiera estarlo antes de la revolución de septiembre pudiera estarlo por los sicarios de González Brabo.

Pues bien, Sres. Diputados; el mismo Sr. Cala, esto, se arrepentía y se contradecía a sí mismo pues que añadía: " No me atrevo a decirlo de todos los individuos de aquel ayuntamiento; no sé de quiénes decirlo, porque todas son personas honradas, personas libres personas de buenos antecedentes." Esto ha dicho de todos, si no de todos, de casi todos los concejales no atreviéndose a echar la responsabilidad sobre ninguno de ellos.

Pero es necesario que se sepa aquí que el presidente del ayuntamiento es una de las personas más respetables de Jerez, es una de las personas más respetables de Andalucía y aún hasta de España.

Es necesario que se sepa aquí que ante la respetabilidad del alcalde de Jerez, ante su inquebrantable consecuencia política, ante los sacrificios de todo género que ha hecho por la libertad, cuando era difícil hacerlos, y ante sus prendas de carácter, deben los jerezanos quitarse el sombrero y abrirle paso por donde quiera que vaya don Pedro López Ruiz, que nunca se ha cansado de hacer sacrificios por la libertad; D. Pedro López Ruiz, que es una persona tan digna como respetable; D. Pedro López Ruiz a quien nadie ha excedido en patriotismo, aunque se llame republicano o como quiera, a quien en sacrificios por ninguno se le ha puesto jamás por delante; don López Ruiz es el presidente del ayuntamiento o ciudad, a quien el Sr. Cala hace responsable de Jerez. Yo, señores, tengo una grandísima satisfacción en pagar este pequeño tributo de consideración a los merecimientos y servicios que ha prestado este patricio.

¿Y qué es lo que ha hecho ese ayuntamiento, Sres. Diputados? ¿Cuáles fueron los vejámenes que ha hecho pesar sobre Jerez? ¿Cuál la opresión por la que ha hecho pasar a esa ciudad? Voy a hacerme cargo muy ligeramente, porque no se necesita más, de las diversas causas que, según las suposiciones del Sr. Cala, han producido la sublevación.

Qué existía una guardia municipal, y que el nuevo ayuntamiento reemplazó los individuos de ella con los que formaron la que hubo anteriormente; y a esto le da gran importancia, porque a esa guardia la llama guardia de González Brabo. Pues bien, esa guardia municipal no es la guardia de González Brabo, es la guardia del municipio porque es necesario que yo diga aquí, y debiera haberlo dicho el Sr. Cala, supuesto que debemos discutir de buena fe y dar un puesto preferente a la justicia, que los guardias municipales de Jerez son nombrados, como en todos los pueblos de España sucede, por el ayuntamiento y es preciso que se sepa que el ayuntamiento de cualquiera que haya sido la situación dominante de siempre ha sido progresista: de manera, que la guardia municipal que existía cuando ocurrió la revolución había sido, en su mayor parte, nombrada por ayuntamientos liberales, y por lo tanto, los individuos que y vinieron luego a reemplazar a otros, no tenían procedencia alguna de González Brabo, sino que eran directamente dependientes del municipio de Jerez.

Qué se disolvió o se desarmó la Milicia nacional. Se reorganizó, en efecto; y como la mayor parte de sus individuos eran jornaleros, ese ayuntamiento, por el servicio que tenían que prestar, les pagaba el jornal conveniente, y de aquí el llamar a la Milicia nacional que entonces se formó, Milicia nacional asalariada. No, señores; fue una organización como otra cualquiera.

Pero donde el Sr. Cala ha hecho, como vulgarmente se dice, hincapié, ha sido en la cuestión de derechos individuales. "Señores, decía, el ayuntamiento de Jerez ha conculcado todos los derechos individuales, ha impedido el derecho de reunión, ha destruido el derecho de asociación, ha quebrantado completamente todos los aludidos derechos."

Pues cuanto ha pasado con los derechos individuales o es más que una cosa muy sencilla.

Cuando se hizo la revolución, naturalmente los revolucionarios se apoderaron de algunos edificios públicos que tenían una aplicación dada, verificándose en ellos las reuniones públicas. El ayuntamiento, hecho cargo de su puesto, trató de destinar algunos de esos edificios a los objetos a los que estaban destinados y dispuso que se cerraran otros. Y dice el Sr. Cala: "con cerrar los edificios públicos se acabó el derecho de reunión. " Pues qué, ¿es necesario que la autoridad proporcione para que se ejerza el derecho de reunión los edificios donde ésta haya de celebrarse? ¿Por dónde? ¿Cuándo ni cómo?

Qué se ha impedido a los ciudadanos de Jerez reunirse. ¿Cuándo ni cómo se ha impedido a los jerezanos el uso de ese derecho, que se ha ejercitado antes y después de las elecciones libérrimamente en aquella ciudad? No es, por lo tanto, exacto que el alcalde o el ayuntamiento impidieran nunca las reuniones pacíficas. Tampoco es exacto que allí se hayan impedido jamás las asociaciones pacíficas, ¿Qué tiene que ver el que una iglesia o un edificio que corresponde al Estado o al ayuntamiento, sea utilizado por estos aplicándolo al objeto a que se hallaba destinado, para decir que se priva del derecho de reunión de los ciudadanos porque ya no pueden reunirse en aquel edificio? ¿No tenían dónde reunirse los que reunirse querían? Pues si tenían donde reunirse, ¿cómo ni cuándo se les ha privado del derecho de reunión?

Por último, señores, después de estos grandes males no pesaban sobre Jerez, después de estas terribles calamidades que el ayuntamiento traía sobre aquella población, aprovechando los edificios públicos en su objeto adecuado, viene otra gran calamidad: han pasado los acontecimientos de la revolución y entra la Guardia civil ocupar su puesto en Jerez. ¡Qué calamidad! ¡Qué gran motivo de disgusto¡¡Qué grave conflicto para Jerez! ¡Que la Guardia civil vuelve a ocupar su puesto! Una vez que había tenido que reconcentrarse a consecuencia de la resolución, y habiendo ya cesado esa necesidad, la Guardia civil regresó a sus puestos; y como uno de ellos era de Jerez, nada tiene de extraño que allí volviese. ¡Otro gran disgusto, otro motivo de conflicto, otra concausa para los sucesos que luego sobrevinieron, según el Sr. Cala!

De todo lo que ha dicho S. S., puede producir efecto de los 30 presos que se hicieron. ¿Y sabéis por qué se hicieron? Porque la autoridad municipal tuvo conocimiento de que en la plaza de toros se reunían a media noche centenares de personas armadas con el objeto de prender, a altas horas, a los individuos del ayuntamiento, sorprendiéndolos a cada cual en su casa cuando estuvieran entregados al descanso y al sosiego; y como la autoridad local tuvo conocimiento de eso, es claro que le tocaba [805] disolver la reunión y hacer lo que hizo. ¿Debía acaso proceder de otra manera?

Pero allí no se ha privado del derecho de reunión, o del de asociación, ni de otro de los derechos individuales a ningún ciudadano, absolutamente a ninguno. No hay acto de aquel ayuntamiento que mermase en lo más mínimo la libertad, y no podía ciertamente haberlo tratándose de un ayuntamiento compuesto de individuos dignísimos, que han hecho siempre sacrificios por la libertad y que continúan haciéndolos.

No existía, pues, motivo alguno de disgusto ni causa alguna que tuviera en fermentación al pueblo y pudiera ofrecer pretexto para echarse a la calle con las armas en la mano a hacer resistencia al Gobierno.

El Sr. Cala, dadas las condiciones en que dice se encontraba Jerez, dado el mal estado en que supone se hallaba aquella población, cree natural y lógico lo que luego sobrevino, lo que luego hicieron los que salieron a la barricadas; y quiere descargar la responsabilidad, en primer término, sobre el Poder ejecutivo; en segundo término sobre las autoridades locales de Jerez, y en último término, pero sólo como un átomo de responsabilidad, sobre los que salieron con las armas en la mano, hicieron las barricadas y dieron lugar al triste suceso que deploramos.

Y tales son las simpatías del Sr. Cala hacia esos que salieron a las barricadas, que solo por darlos algún nombre, por calificarlos de alguna manera, se ha atrevido, no sin gran sentimiento y pena, a llamarlos sublevados.

Señores, no quiero hacerme cargo de la responsabilidad que intenta echar el Sr. Cala sobre el Poder ejecutivo. Nada tuvo éste que ver en aquellos sucesos y ni aún pudo tomar disposición alguna sobre ellos, porque cuando llegó el caso de tomarla, ya estaban adoptadas por la autoridad municipal todas las que creyó convenientes para restablecer la tranquilidad. Pero el Sr. Cala, que no sabe dónde encontrar la responsabilidad que quiere echar sobre el Gobierno, ha tenido que andarse, como suele decirse, por las nubes, y se ha detenido en consideraciones astronómicas. ¡Bien necesitaba el Sr. Cala irse a conferenciar con los astros para traer a consecuencia de los sucesos de Jerez responsabilidad alguna sobre el Poder ejecutivo! S. S., con unas cuantas frases de física, con unas cuantas ideas de mecánica, y algunas de astronomía, con las que nos ha entretenido agradablemente, pretende demostrar por los astros, por la gravedad de los cuerpos y por la curva que describen en su movimiento, que el Poder ejecutivo tiene una gran responsabilidad por consecuencia de los sucesos de Jerez.

¿Y qué he de decir yo de la que quiere echar sobre el ayuntamiento de Jerez? ¡El ayuntamiento de Jerez, que se ha conducido con una prudencia, con una calma, y hasta con una suavidad que todos debemos ensalzar, pero quizás no convenga llevar tan allá en otras ocasiones! ¡El ayuntamiento de Jerez, Sres. Diputados, que a la primera noticia que tuvo de que se estaba amotinando el pueblo y levantándose barricadas, en lugar de tomar disposiciones preventivas, en lugar de hacer nada que pudiera alarmar a los ciudadanos, fue a las barricadas a exhortar con el cariño y con el consejo, marchando de uno en otro punto, hablando a los unos y a los otros, y prometiéndoles que lo que habían hecho no les traería perjuicio de ninguna especie, y que ni por haber salido con las armas en la mano, ni por haber hecho barricadas, tendrían pena alguna ni consecuencia de ningún género, con tal que se retirasen y oyeran los buenos consejos del que, más que como autoridad, les hablaba como padre!

Ese ayuntamiento, desde el primer alcalde hasta el último concejal, si es que puede haber un último concejal en ese ilustre ayuntamiento, hicieron los mayores esfuerzos para convencer a los sublevados, apelando a la familia, al cariño, a la amistad, al paisanaje, apelando a todo. ¡Y todavía se quiere hacerle responsable de los acontecimientos!

A los individuos del ayuntamiento acompañaron, es verdad, muchos ciudadanos de Jerez; y el Sr. Cala, al ocuparse de esto, añadía que al capitán general le debía pesar la pluma al dar el parte de lo ocurrido, pues se limitó a decir que hablan sido algunos particulares los que acompañaron al ayuntamiento, no queriendo expresar que habían sido los republicanos.

No fueron solamente los republicanos los que ayudaron al ayuntamiento en su tarea de convencer a aquellos locos o fanáticos, que iban a exponer su vida y a comprometer la libertad; no eran sólo republicanos los que acompañaban a los individuos del ayuntamiento en aquella tarea tan patriótica y tan humanitaria: eran muchos vecinos honrados y pacíficos de Jerez, monárquicos, republicanos de todas las opiniones políticas.

Porque yo debo advertir una cosa, que no debe ignorar el Sr. Cala. En Jerez, como en todas partes, hay dos clases de republicanos: republicanos cuyas ideas son compatibles con la libertad, con el orden, con la propiedad con las bases fundamentales en que descansan las sociedades; republicanos respetables y respetados, republicanos que al recordar a las masas sus derechos no dejan de hacerlo nunca sin recordarles al mismo tiempo sus deberes republicanos que predican para respetar la ley de las mayorías, republicanos que están, que puedan estar, que deben estar siempre dentro de la legalidad, y hay otra clase de republicanos que no hacen eso, que ofrecen lo que no pueden dar, que predican ideas disolventes, que llevan a la perturbación al seno del país, que llevan la alarma a todas partes, que se sublevan, contra todo lo que es santo legal, y que perturban completamente y fascinan a esas, a las que pierden después con sus mentidas promesas y con su falso patriotismo.

De los primeros republicanos se encontraron muchos acompañando al ayuntamiento; todos los que hay en Jerez, y son muchos: los segundos no sé dónde estarían, no sé si estarían con los individuos del ayuntamiento, pero el capitán general tampoco debía saberlo cuando no dice.

En tal estado de cosas, al ayuntamiento, ya que voy examinando la responsabilidad que pueda caberle, ayudado de esos pacíficos y honrados vecinos, consiguió gente que ocupaba las barricadas se retirase, y logrado eso, se publicó en el acto mismo el bando que ya va a oír la Cámara.

Decía lo siguiente el alcalde constitucional de Jerez:

"Jerezanos: Vuestro ayuntamiento popular ha visto con el más profundo pesar los tumultos y barricadas que han tenido lugar en la mañana del día de hoy, y que no volverán a reproducirse. Acordada ya hace días por esta municipalidad la redención de los mozos a quines toque la suerte en Jerez, no tiene razón de ser ningún acto subversivo, y sólo quieren vuestra perdición los que impulsan al desorden y a la anarquía. Tened presente que con los tumultos y asonadas empobreceréis este pueblo y quitaréis vosotros mismos el pan a los vuestros porque la miseria es la consecuencia de los motines.

Así lo habéis comprendido cediendo a las indicaciones de la autoridad y podéis estar tranquilos en cuanto a que no sufrirán perjuicio alguno los que se retire a sus casas. Pero tened entendido que si hasta ahora ha [806] sido posible la indulgencia, no podrá suceder lo mismo si se continúa alterando el orden público.

Jerezanos: entregaos a vuestros trabajos; mantened tranquilidad en Jerez, y estad seguros de que el ayuntamiento vela por vosotros, por vuestros hijos y por la libertad.

" Jerez de la Frontera 17 de Marzo de 1869. El presidente, Pedro López Ruiz. "

Y esto lo sabían todos, lo mismo los que estaban las barricadas que los que no habían acudido a ellas, lo cual prueba que la cuestión de quintas no era más que un pretexto.

¡Y a este ayuntamiento se le atribuyen imprudencias! Y a este ayuntamiento se le atribuye rigor, a este ayuntamiento, que después de haber estado el pueblo sublevado, de haber llenado las calles de barricadas, de haberse colocado en ellas con fusiles en la mano, de estar en completa rebeldía, todavía dice a los insurrectos: " No tengáis cuidado, no os ha de pasar nada, volveos a vuestras casas, yo me encargo de que no os pase nada, yo respondo de que nada os pasará! " ¿Por qué volvieron a las barricadas? Antes de contestar a esta pregunta, bueno es que sepamos por qué fueron la primera vez, ya que el Sr. Cala nos ha hecho una historia tan agradable y tan chistosa de cómo empezó la sublevación.

El Sr. Cala supone que allá, a cierta hora de la mañana, no sé a cuál, un muchacho que por casualidad pasaba por la plaza, vio el bando de las quintas pegado en una pared, y como si hubiera sido un papel cualquiera lo rompió; pero he aquí que unos municipales, vieron al chico romper el bando, y le cogieron y lo llevaron a la cárcel. Esto lo da S.S. como fundamento bastante para que el pueblo de Jerez se sublevase, para que saliera a la calle con armas e hiciera barricadas.

Señores, si todos los pueblos fuesen así, si el de Madrid cada vez que ve que, los guardias cogen a un muchacho para llevarlo a San Bernardino hubiera de sublevarse, y provocar motines, ¡viva Dios que no se podría vivir en este país! ¿Pasaron las cosas como dice el Sr. Cala? Si así fue, tanto pero para Jerez ¿Qué pueblo es ese que porque dos guardias cojan a un muchacho, sea por lo que quiera, se amotina, y corre a las calles, y coge las armas y hace barricadas, y pone en peligro la tranquilidad y la vida de los ciudadanos pacíficos?

Afortunadamente no es Jerez, ¡qué, ha de ser Jerez el pueblo que hace eso! Son unos, cuantos perturbadores los que van allí explotando el fanatismo y la ignorancia de estas masas trabajadoras.

¡Ya se ve! Para justificar el Sr. Cala la actitud de los sublevados con motivo de haber cogido unos municipales o a un muchacho que había rasgado el bando que creyó era un papel blanco, para justificar todo lo que después pasó en la sublevación, era necesario que S. S. se entregara a su imaginación y nos dijera: eso no tiene nada de particular, porque al correr las noticias de un punto a otro, se abultan de manera que, casi se desconocen. El hecho es han prendido a un muchacho; pero el pueblo ha creído que están presas tantas y tantas personas y que ha habido tantas y tantas desgracias.

No perece sino que se trata de Londres, donde no se sabe en un extremo lo que pasa en otro sino después de un tiempo.

Pero aun admitiendo el hecho como lo cuenta el Sr. Cala, ¿dónde está la justificación de esos sucesos? ¿En qué pueblo se puede consentir, en qué país del mundo se puede tolerar que por cosas tan pequeñas se cometan excesos tan grandes?

Pero no pasó como ha dicho S. S., y no tiene nada de particular que se equivoque, puesto que no estaba allí, y ya nos ha dicho al empezar que no hablaba más que á consecuencia de noticias contradictorias. No fue un chico el que desgarró de la esquina donde estaba colocado el bando del alcalde popular, fueron varios amotinados; y también era casualidad que habiendo en la plaza 2.000 personas, fuese un chico el que rasga el papel, sin que aquellas personas supiesen que era el bando sobre las quintas.

Desde que se pusieron los bandos en los parajes de costumbre, empezó a darse la voz de: " ¡abajo las quintas: nada de redención: viva la república federal. " Dando esas voces fueron arrancados, una porción da bandos y a los que abusaban así, fue a quienes los guardias municipales, cumpliendo con su deber, echaron mano y los llevaron ante las autoridades, pero ya en actitud hostil amenazadora y de motín. Y ¿qué voces corrieron por toda la población? Estas: " ¡abajo las quintas: viva la república federal. "

Cuando la autoridad municipal se apercibió, había ya una gran masa de sublevados levantando barricadas, y entonces fue cuando el ayuntamiento, en vez de tomar medidas de represión de ninguna especie, fue a ver si por medio, de la exhortación y del consejo conseguía que se retiraran a sus casas; se retiraron en efecto, no todos los que había en las barricadas, porque luego se ha rectificado esa parte que S. S. ha leído. Esta parte se trasmitió al gobernador de Cádiz en momentos premiosos, el cual me lo dirigió a mí. No tiene, pues, nada de particular que se trasmitiera sin ciertos detalles, que en lo general no se ponen en los partes telegráficos.

Una gran porción de sublevados se retiró de las barriadas. ¿Por qué volvieron? ¡Ah, señores! Volvieron porque dice S. S. que la tropa pasó por las barricadas con gran estrépito y haciendo gran ostentación y gran alarde o fuerza. S. S. nos ha pintado, a su gusto la sublevación de Jerez, y según S. S. aquellos pobres sublevados no tuvieron más remedio que hacer barricadas para defenderse. Salió la tropa, y a pesar de que no tenía contra quién luchar, aquellos pobres ciudadanos tuvieron que parapetarse haciendo barricadas alrededor de la tropa.

Pues si esto es así, si la tropa se vio asediada por barricadas que hicieron los ciudadanos para defenderse contra la tropa, claro está que la tropa tenía que atravesar por las barricadas quo que habían hecho los ciudadanos: de manera, que aún contado caso como S.S. lo cuenta, resulta, que la tropa no hizo nada de particular atravesando por las barricadas, para irse a su cuartel: claro está ¿no las habían de atravesar si estaban completamente rodeados?

Pero no fue así. Las barricadas estaban hechas, la tropa tuvo que salir, y como sucede en esos casos, al salir del cuartel para dirigirse al punto de ataque, no pudo tomar el camino más corto; pero llegada al sitio, y viendo como no había necesidad de atacar y que nadie la hostigaba volvió al cuartel, y entonces fue cuando tomó el camino más derecho y cruzó por consiguiente las barricadas que encontró al paso.

Aun cuando esto no fuera así, aunque la tropa hubiera recorrido de intento las barricadas, ¿es esto motivo para que un pueblo se subleve, coja las armas, vuelva a las barricadas y ocasione las desgracias que han tenido lugar en Jerez?

Todos los motivos, pues, que han tenido los sublevados de Jerez para hacer armas contra el Gobierno son que la tropa para ir al cuartel tuvo que pasar por las barricadas: [807] y cuenta, su señoría, que toda la tropa se reducía a cuatro compañías de infantería que apenas reunirían 16 hombres, unos cuantos guardias civiles y dos carabineros un total cuando más de 300 hombres, y casi se puede asegurar que no llegarían a ese número. ¿Qué alarde de fuerza, ni qué estrépito, ni qué ostentación se puede hacer con 300 hombres en una población en que pasaba de 2000 el número de los sublevados, a pesar de lo que ha dicho el Sr. Cala?

Lo que sucedió simplemente fue que la tropa, viendo que no había para qué permanecer en la calle, se volvió al cuartel y tuvo por fuerza que pasar por las barricada porque todo estiba cubierto de ellas. Pero quiero suponer que hubiera dado este paseo para tranquilizar los ánimos, para hacer ver a los habitantes pacíficos que el desorden había concluido sin derramamiento de sangre, que no había ya peligro ninguno; ¿qué inconveniente había en que la tropa recorriera la población a fin de que los habitantes pacíficos, viéndola circular por todas partes, depusieran el cuidado y dieran por restablecida la tranquilidad. Eso no es bastante motivo para justificar a los sublevado de Jerez.

El Sr. Cala dice que lamenta mucho los sucesos que han tenido lugar en Andalucía y los que todavía pueden sobrevenir; pero, señores, así es cómo únicamente se pueden disculpar sucesos que no tienen disculpa de ningún género; así es cómo se puede venir alentando los sublevados que oyen una voz en el Parlamento disculpando actos de frenesí, ya que no de otra cosa, y para echar sobre las autoridades que cumplen con su deber y que llevan la moderación y la prudencia más allá de donde debe llevarse en muchos casos, a dejar libres de responsabilidad a los que son la causa de la perturbación del país y que lo serán de la muerte de la libertad; porque si la libertad se ha de perder en este país, no ha de ser seguramente por la reacción, sino por los perturbadores, por los demagogos, por los que no hacen más que llevar el desorden a todas partes, por los que dan en todas partes y todas horas el grito de alarma, por los que ponen con tantos obstáculos al único poder legítimamente constituido, por los que no pueden vivir más que en un mundo de luchas fratricidas, de venganzas y de rencores, por los que, respirando el hálito emponzoñado de la sangre que mana a torrentes del corazón de la patria, marchan directamente hacia el abismo de la anarquía, que les espera con los brazos abiertos para entregarnos después a todos en los brazos de la más terrible reacción.

El Sr. Cala se ha entretenido después en una disertación especial de S.S. acerca del derecho de insurrección, y ha venido casi a probar que era legitima la de Jerez, porque una vez establecida su doctrina, nos decía: "ahora bien: si el Gobierno hubiera hecho con todo el país lo que hizo con Jerez, si hubiera privado del derecho reunión a todo el país como en Jerez; si hubiera impedido el derecho de asociación, si hubiera impedido toda manifestación de la libertad y restringido todos los derechos individuales, como en Jerez, España entera tendría derecho para levantarse contra el Gobierno: aquí está el derecho de insurrección. " Pero, señores, ¿es verdad que el Gobierno en Jerez haya hecho nada de eso? ¿Qué derecho les ha faltado a los ciudadanos de Jerez, qué libertad no han podido ampliamente ejercer, qué atropellos se ha cometido con ellos, qué arbitrariedades ha tenido que sufrir aquel pueblo?

Comenzada ya la lucha, el Sr. Cala nos ha hecho una pintura a su manera de la conducta de los soldados: me voy a ocupar de eso, puesto que el Sr. Ministro de guerra, que ha pedido la palabra, lo hará mucho mejor que yo y sabrá dejar donde cumple que quede el nombre el soldado español; pero además el Sr. Cala ha hecho alusión a atrocidades, a arbitrariedades de otro género ha dado gran importancia al número de días que habían estado los presos sin que se les tomara declaración. El señor Cala no se ha hecho cargo de lo extraordinario de las circunstancias, no se ha hecho cargo de que había 800 prisioneros y que no se toma en un día indagatoria a 800 personas. ¿A qué vienen, pues, esos alardes, esas declamaciones, ese calor con que S. S. se expresaba, esas comparaciones de esta situación con las situaciones pasadas, y ese deseo de querer volver a las situaciones anteriores a la revolución, y ese renegar de los frutos de la revolución? ¡Ah, cómo se ha olvidado el Sr. Cala de lo que pasaba antes, cuando no había 800 prisioneros a quienes tomar declaración, cuando no había peligro, cuando no había otros amotinados fuera que esperaban rescatarles para volver a emprender la resistencia!

Luego el Sr. Cala nos hacia terribles cargos porque los prisioneros se habían llevado a Ceuta. ¿Y dónde habíamos de tenerlos sino había local suficiente y seguro donde colocarlos, si la población entera de Jerez nos pedía que los sacásemos de allí? Están en Ceuta, en una cárcel segura, a donde han acudido los tribunales a seguir el Proceso: toda la diferencia consiste en que serán juzgados en Ceuta en vez de ser juzgados en Jerez.

Pero después de hacernos tantos cargos el Sr. Cala, o se ha acordado de que en medio de una sublevación tan terrible en que tanta sangre se ha derramado, no se ha tomado por el Gobierno medida alguna extraordinaria, o se ha declarado el estado de sitio, y la autoridad civil, la autoridad municipal, una verdadera autoridad penal, es la única que allí ha funcionado, y los tribunales ordinarios después fueron los que siguieron el proceso

A pesar de todo esto, S.S. viene aquí exagerando abultando las cosas y poniendo al Poder ejecutivo en peor situación que podían estarlo aquellos poderes arbitrarios que cometían tantos y tantos crímenes.

¡Ah, señores, los sucesos de Jerez! Yo no sé si los sucesos de Jerez se repetirán en otra parte; pero hay que tener en cuenta la manera de ser de aquella localidad, la manera de ser de aquellas provincias, especialmente de alguna parte de ellas.

Los pueblos de la sierra y Paterna se sublevan, están una perfecta perturbación (Un Sr. Diputado pide la palabra), llega el momento solemne de emplear el sufragio universal para hacer y dirigir las elecciones, y en nombre de la república federal se aguzan, los puñales y se asesina a pacíficos y honrados ciudadanos. Pues bien; aparece como presidente de los republicanos de la Sierra un secretario particular del Sr. Meneses.

Juega el telégrafo un día anunciando que en Chiclana se ha alterado el orden que corre peligro aquella población. ¿Quién mueve aquellas masas? Pues es un carlista que faltaba de la provincia más de doce años, y que fue sentenciado como cómplice en la conspiración carlista queda abierta en el Escorial.

Se pone en peligro la ciudad de San Fernando: la población se alarma, hay motín; la autoridad es desconocida. ¿Y quién dirige el movimiento? Pues lo dirige un desconocido del partido moderado en aquella localidad acompañado de uno o dos sacerdotes que, olvidando su sagrada misión, asisten a los clubs y vierten las ideas más disolventes.

En Los Barrios aparecen en actitud hostil una porción de braceros, que piden la república federal y la cabeza [808] de los ricos. ¿Y quién dirige ese movimiento? Un exgobernador del tiempo de los moderados.

En Béjar se proclama también la república federal con las armas en la mano: no hay momento en que no cometa una arbitrariedad. ¿Quién dirige aquellas maniobras y aquellas huestes? Un hermano de Sor Patrocinio.

En Medinasidonia la población arde en predicaciones terribles. Paterna se declara cantón federal: allí no hay Gobierno reconocido, allí no se reconoce autoridad ninguna, allí no se da cuenta de nada a nadie, allí cada cual obra por su propia cuenta, y allí, señores, los moradores tienen que abandonar su propiedad. y su hogar; los envuelven en la confusión que produce la predicación de repartimiento de tierras, y de dádivas en dinero, y las cosas que allí pasan llevan el espanto y el terror a la población. Pues bien, ¿quién es el que dirige esas maniobras ¿Quién lleva á cabo esos planes y capitanea aquellas huestes? ¿Es algún artesano honrado, sigue celoso industria algún bracero inteligente? No, señores; es un tal Miramón procedente de las filas carlistas, de profesión incalificable y ayuda constante de todas las reacciones moderadas.

Y por último, en Jerez ocurre esa sublevación y resulta que la mayor parte de los que se prenden en las barricadas, son forasteros y desconocidos.

Juzgad, pues, de la cansa del mal estado de Andalucía y la provincia de Cádiz en esa parte, y sabed que lo que se están disputando el dominio de la ignorancia y del fanatismo de aquellas masas son los isabelinos de un lado los carlistas de otro, los demagogos de otro, y hasta los filibusteros.

Sí, señores, sí, esto es lo que trae perturbado a aquel país: la explotación que da la ignorancia y del fanatismo de aquellas masas quieren hacer los carlistas, los Isabelinos, los demagogos y los filibusteros. (Risas.) Extraño mucho que se rían los señores de Cádiz cuando saben que hay algunos que gritan en ese sentido. (El Sr. Benot: Yo lo ignoro.) Tanto peor para S. S. y para los demás señores representantes de la provincia de Cádiz si ignora que hay allí filibusteros que tratan de sublevar las pasiones, de concitar los ánimos, de llevar el desorden y el desasosiego como medio de poder conquistar algo para aquellos lejanos países.

Y es fácil, señores, que allí se disputen esos diversos elementos el fanatismo y la ignorancia de aquellas masas; malas, incautas que acogen fácilmente en su seno sus más encarnizados enemigos, y que fascinadas por sus falsas promesas y su mentido patriotismo, se dejan engañar por los mismos que la víspera las perseguían, las maltrataban y las humillaban, y consiguen hacer que miren con desconfianza y hasta con disgusto a los que son sus verdaderos amigos, a los que les han ayudado en la desgracia, a los que han roto las cadenas que les oprimían a los que con el pueblo lloran y con el pueblo gozan, los que haciendo los mismos sacrificios que el pueblo, con el pueblo se levantan y con el pueblo se hunden; masas insensatas que admiten en sus filas a los que, encarnizados enemigos siempre de la libertad, y no atreviéndose combatirla frente a frente, procuran introducir la desconfianza, quieren perder la revolución envolviéndola en sus propios extravíos y buscan en el desorden, en la perturbación y en la anarquía el triunfo de sus maquiavélicos planes; masas insensatas o incautas a quienes una ligera careta de falso liberalismo hasta para que desconozcan a la reacción y para que la abriguen en su seno, si reparar que el calor que le dan y la vida que le vuelven son el calor y la vida que quitan a la libertad, ni más ni menos que como la víbora de la fábula volvía el veneno a cambio del calor que del pecho del confiado labrador recibía.

¿Servirán de escarmiento, Sres. Diputados, servirán de ejemplar los sucesos de Cádiz, de Málaga, de Jerez? ¡Dios lo quiera! Mucho podemos hacer nosotros; pero más todavía podéis hacer los de enfrente mucho podéis hacer predicando en vez del derecho al trabajo, el deber del trabajo, porque el deber del trabajo es lo que hay que predicar en todas partes, y más que en todas partes, en nuestra desagraciada patria; y diciendo un día y otro día, y siempre, y constantemente, que no es discutiendo y repartiendo la propiedad de otro como el colono se hace propietario, no; no hay más que un solo camino para que el colono se haga propietario, el bracero colono, el trabajador bracero, y para que los pueblos disfruten de bienestar y propiedad: ese camino es el del trabajo, el de la virtud, el de la economía, el del ahorro, y ese es el único camino, lo mismo bajo la forma monárquica, que bajo la forma republicana.

Si todos predicamos esto habremos salvado la revolución, habremos salvado la libertad, habremos salvado esas masas a las cuales se compromete; pero si en lugar de esto nos ocuparnos en halagar los intereses egoístas de las masas; o la inspirarnos instintos sanguinarios; si en vez de un pueblo-rey hacemos un pueblo-verdugo, entonces, señores, sembraremos vientos para recoger tempestades, haremos venir la tiranía de abajo, que es la peor a todas las tiranías, y resultará la pérdida completa de todos los elementos que constituyen la vida de la revolución, que es la vida de la libertad, que es la vida de la patria, que es nuestra propia vida. (Bien, bien.)

 



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